Era un saltamontes,
uno naranja con patas largas y, claro,
tenía que ser así, si no….no podría ser un saltamontes.
Llevaba años
corriendo entre valles y ríos, sin parar y como
todo en la vida, se desgastó. Paró, miró sus zapatillas y se dio cuenta que
estaban agrietadas.
Paró
Cuando paró se dio cuenta que correr era para quienes no
querían vivir y él quería vivir, quería sentir y quería ser parte del paisaje
de la vida.
Desde ahí, junto al bosque y al lago
que antes no logró ni siquiera
divisar, comenzó a sentir el ruido del agua al chocar con la rocas, el sonido
de los árboles, cuando el viento sopla fuerte.
Luego en un tiempo,
se dio cuenta que no había parado nunca,
que antes no había avanzado jamás y comprendió todo.
Avanzar no implica velocidad
y correr no implica avanzar.
Aprendió lo que tenía que aprender y siguió, sin correr, simplemente….avanzando
en medio de su naturaleza, de sus tiempos y eventualidades que la vida le tendría
más adelante
…en el camino.
...en él, caminó.
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